Mia, de ocho años, contagia alegría y entusiasmo por la vida allá donde va. Es muy amable y le encanta dar abrazos. A Mia le gusta escuchar música y pasar tiempo al aire libre. Juega al béisbol con la Miracle League y siempre quiere ir al parque de camas elásticas.

Cuando Mia tenía dieciocho meses, sus padres reconocieron retrasos. Buscaron intervención temprana e iniciaron un largo camino para encontrar un diagnóstico. A los siete años, a Mia le diagnosticaron apraxia del habla, TDAH y autismo. Actualmente, Mia ha ido formando frases más complejas y la mayoría de la gente es capaz de entender lo que dice.

Mia sigue perseverando y siempre está intentando aprender. Toca la vida de las personas enseñándoles paciencia y humildad.

Su madre, Amanda, resume: “Mi hijo es una persona con autismo. Si has conocido a una persona con autismo, entonces has conocido a una persona con autismo. Todos son únicos, diferentes y bendiciones especiales de Dios. Merecen toda la amabilidad y el respeto como cualquier otra persona”.